Soy, una tarde, al recoger

los resultados de un análisis,

el tronco que ha crujido en la arboleda,

astillado por la tormenta,

con la copa vencida sobre otros


árboles. Doy la mano, al caminar,

a la pared por donde avanzo

para que su firmeza impasible


me sujete. Una hoja que el otoño

arranca mientras cava el lecho

donde tumbarse hasta que la nieve


lo arrope. En la estación, la barandilla

es el báculo de mi vértigo.

Palpo con la otra mano un sobre en el bolsillo.