Nada turba la sombra de los cedros
En el parque, solo de vez en cuando
Cruza algún corredor o alguna madre
Con los niños a rastras. El muchacho
Abre el cuaderno azul de las metáforas,
Numera líneas hasta catorce
Y escribe las mayúsculas de un título;
Libro que llamará Narrado en Bronce.
Pero una voz distrae su mirada.
El murmullo tras la espesura ha roto
El primer verso, la indolente brisa,
Las palabras sabidas, su inocencia.
Encaramado al seto de los sueños
Con los ojos pendientes del deseo
Ajeno, ha visto unas manos talladas
Sobre las faldas granas de la tarde.
Litoral nº 257 «El Árbol. Poesía y Arte». Málaga, 2014. Pág. 153.