«Tres poemas de amor» | FronteraD * Arpa * Poesía * 7 noviembre de 2024

 

VESTUARIO

Las ropas que elegimos para vernos
y las que estando juntos nos quitamos.
Indumentaria y desnudez al mismo
tiempo. Con blusa, tú; con polo, yo;

colores entre ellos charlatanes.
Descalzos sobre la madera, piel
a la piel entregada. Con chaqueta
al final de la tarde, que refresca

por la ribera, o con el torso
descubierto en la playa,
héroes en un mármol que tallaron

los siglos. Recubiertos, despojados.
De la mano o por la cintura.
En el cuerpo, o revueltas por el suelo.

Enlace a FronteraD

TURIA Revista Cultural nº 151 Junio-Octubre 2024

 

De la mano, 2023

 




Hablar del «mundo» es imaginar

un objeto que se tiene en la mano.

PAUL VALÉRY


      

     LA ASIMETRÍA 

Dos hermanas gemelas de camino. 

Quien con ellas se cruza nunca aclara 
a cuál mirar. Si habla hacia la una, 
piensa en la otra, pero no distingue 
la que devuelve su saludo. Vistan 
distinto o igual, tampoco importa mucho. 
Solo se diferencian por sus hábitos. 

Una sostiene el libro, otra pasa 
la página. Una, el cazo; otra,
el cucharón. Una sujeta el peine,
otra estira los rizos. Y mientras una escribe,
la de enfrente dormita. Soñadora,
la que prefiere ir oculta en el bolsillo.

Dos hermanas que solo rezan juntas.




     AZUL DE AZULES / 7 

Por el olfato se percibe el tiempo
que ha transcurrido un libro sin lecturas.

Un hedor a humedad confirma
el abandono y su arrumbamiento.

Un olor que destroza la escritura.
Desde fuera del libro, los sentidos
que guarda el interior parecen vanos.

A los objetos les ocurre igual.
Se amontonan en puestos del mercado
de los ropavejeros y cualquiera

anda tras lo valioso a cambio
de casi nada. Muchas manos buscan,

pero solo hallará lo provechoso
quien ya lo traiga dentro.




     PLENITUD 

Nuestra presencia llena el mundo. 
Cuando un espacio nos acoge
y al sentarnos se deja contemplar,
lo vemos ya completo.

El horizonte, firme; nubes, leves
y algo promiscuas; bosque, intenso,
con su sinfónica de insectos 
y sus coros de aves; matas
de hierbabuena. Parece que no falte
nada enfrente, ni brisas
que zarandeen las espigas
ni mariposas contra el muro.

Todo brilla perfecto ahora.
Lo que al llegar estaba tan vacío.

Colección La Gruta de las Palabras nº 125

Director de la colección: Fernando Sanmartín

Prensas Universitarias de Zaragoza 

Zaragoza, 2023

88 págs.  14 €

La ceguera, 2022




Los arcos y portales permanecen tranquilos,
y nubes transparentes van bogando
sobre las filas pálidas de casas,
que en sí aspiraron ya la oscuridad.
Rainer Maria Rilke

Lo último en secarse de la rosa fue la sombra.
Rafael Pérez Estrada

Una mirada que no es ni pregunta ni respuesta,
sino silencio y quietud, testigo mudo de lo que fue.
Jean-Christophe Bailly

 

Soy, una tarde, al recoger

los resultados de un análisis,

el tronco que ha crujido en la arboleda,

astillado por la tormenta,

con la copa vencida sobre otros


árboles. Doy la mano, al caminar,

a la pared por donde avanzo

para que su firmeza impasible


me sujete. Una hoja que el otoño

arranca mientras cava el lecho

donde tumbarse hasta que la nieve


lo arrope. En la estación, la barandilla

es el báculo de mi vértigo.

Palpo con la otra mano un sobre en el bolsillo.

 


Col. La Vie en Rose

Jákara Editores

Málaga, 2022

[Enlace editor]

El ausente. Cien autorretratos, 2021


100 Selbstbildnisse 
GERHARD RICHTER

 

   9

 Soy, de perfil, una nariz inacabada. Desde atrás, un círculo de alopecia. El tiempo que erosiona la roca, qué no hará con el rostro. De ojos cerrados es como mejor me veo mirarme, pero no siempre los cierro ante el espejo, que ha aprendido, en la academia de la técnica, a fijar el trazo y la precisión en los colores. Mucho más sabio que quien se afeita una mañana cada tres o cuatro días. Soy, de frente, aquel que me está mirando y al pronto no me reconoce. Quizá el mohín de duda que trata de averiguar si me recuerda.

   

   41

Desarbolada sonoridad. Una especie de piar que no desciende del cielo. Tenue crepitación escondida entre la maleza que detiene el seguir yendo a alguna parte. Lo busca la curiosidad entre las hierbas crecidas al amparo de las últimas lluvias. Un trino casi callado, con un ápice de insistencia y desconsuelo que inquieta. Entre humildes matas el empeño da con él. Pajarillo de pocas horas caído del nido. Perdido. Abandonado, tal vez. Todo el cuerpo pico y el pico todo piar. Al aire la piel sin plumas que le protejan y consientan el vuelo. Entre las manos, un grumo de temblor.


49

Sombra. Fulgor en el andén del apeadero subterráneo cuando por el túnel, a lo lejos, se acerca el tren que no voy a tomar con el faro frontal encendido. Resplandor del vehículo que cruza la avenida de madrugada sin que a esa hora me haya asomado a la puerta para contemplar la quietud. Claridad entre los listones que la persiana traza sobre la pared del cuarto donde aún no me he despertado. Luminosidad sobre la mesa frente a la que he empezado a escribir estas escasas líneas, sentado en la estancia con las contraventanas cerradas y tras apagar las luces. 


98

Azules. Bajo el neón de la avenida, los que tampoco soy yo se alejan, desaparecen entre los rostros que surgen, que se acercan y, tras un leve tropiezo, que continúan. No importa hacia dónde. Es lo único que yo no puedo hacer. Logro ser tan transparente, una sombra azul entre bultos azules. Tan ajeno. Otro. El que ahora está aquí solo para que los demás cumplan con el propósito de ir a alguna parte. El único lugar al que no puedo dirigirme, un estorbo azul entre franjas azules. El desconocido. Nadie. Bajo las luces nocturnas de la arteria, un sonámbulo.



    Ediciones Trea
    Gijón, 2021
    108 págs. 14 €  

Pájaros extraviados, 2019






Puedo ofrecer el cielo oculto en un poema,
pero nadie rezará nunca por mí.
NOVALIS



NOCTURNO (1)

Entra por la ventana y deja
la noche
sus pertenencias en la cómoda:
la oscuridad, destellos, el silencio.
Con la tela de terciopelo índigo
que carga a hombros, tras el desplegarla,
construye un cobertizo.
En lo más alto, signo de presencia,
ha colgado un farol.
No tiene nada que contar,
pero a quien quiera comprenderla
a cambio le concede
el don de lo confuso.
La pérdida de las identidades,
la abolición de líneas. Regalo
extraño con el que habitar un tiempo
que atiende solo a la otra lógica,
la que enceguece con la luz.


NOCTURNO (2)

En los cuadros nocturnos los pintores
sustituyen la luz por luces. Lienzo
que, olvidado de los matices, muestra
un continuo sin formas que salpican
aquí y allá pequeñas claridades,
lejos unas de otras, incapaces
de concebir una realidad.
Son esas luces sueltas las que dicen.
Minucias que se alzan en metáforas.
La luna, su reflejo sobre el lomo
del oleaje, una ventana, ámbar
quieto de las farolas, el vehículo
que frena antes de desaparecer.
En el cuadro que la mirada elige
para pensar, los brillos sobre el cielo
nocturno responden las preguntas
que no sé aún que puedo formular.

NOCTURNO (3)

La noche lo ilumina.
Su terciopelo. Adagio.
El instante. Subida
la persiana. Anudados
los visillos. Respiración
alterada. La sencillez
del momento. La oscuridad
tenue sobre las sábanas,
el gris basalto de los cuerpos
entregados. Lo comprendía
la sinrazón, la estela de un cometa,
el salto de agua.
Lo decoraban los silencios.
Su azul. Aquel aroma.
Lo imperceptible en la línea del tiempo.
Lo veía la brisa,
las nubes que blanquean el cielo. Aquel dulzor.
El gemido.  Una brizna
en la pradera de la noche,
en el bosque
de la noche, en el océano
íntimo de la noche.

Colección La Gruta de las Palabras nº 110
Director de la colección: Fernando Sanmartín
Prensas Universitarias de Zaragoza
Zaragoza, 2019
80 págs.  11 €
[Enlace editor]

La mirada, antología esencial, 2017




O tempo tem duas assas. O espaço tem três.
MARIA GABRIELA LLANSOL
GARZAS

Las garzas buscan días claros
para volar en los prismáticos
que las observan. Sobrevuelan
a baja altura el bosque
y planean por las orillas,
junto a los juncos, paspartú entre marco
y dibujo. Sumergen la mitad
de sus zancas y el pico entero
en las aguas, avanzan
despacio, trazan círculos
perfectos en la superficie
y provocan un leve chapoteo
que solo escuchan los silencios
del río cuando el cauce
confunde lo que fluye
con lo que permanece.
Y entre tanta quietud,
estampan por el aire ameno
la ronca destemplanza
de su graznido. Nada se comprende
entonces. Así actúa
la realidad.

*** 

RECUERDO EL día en el que empezaron a licuarse las cosas. Aunque no había llovido durante las semanas anteriores, las aceras permanecían encharcadas y no era raro al caminar tener que ir dando saltos para sortear pequeños cauces. Los vecinos hablaban del deshielo. Un deshielo fuera de temporada. La fuente se transformó en una balsa cuyos márgenes se llenaron de gorriones. Hasta ahí parecía coherente. Más extraña resultaba la necesidad de esquivar la plaza infantil convertida en un estanque. Sin embargo, los transeúntes la rodeaban mirando el suelo. Qué época insólita. Ya solo me acuerdo de lo que no ocurre. 

***

HÖLDERLIN 

Que haya un puente
de piedra. Que la corriente
lo abrace por la cintura,
cariñosa, y después sin decir nada
se vaya y yo
me quede. Y por su arena
transiten carruajes.
Que entren
con fardos voluminosos.
Que salgan
con los sacos en el adral
y el paso muy ligero.

Y me tiemble la mano
con la que escribo cartas.

Que el sendero
se adentre por la umbría,
y la arboleda
lo oculte de inmediato
y parezca tiniebla
en lugar de aquel bosque.
Que la ventana donde lo contemplo
dé a un afuera y no dé a un adentro.
Fondo de Cultura Económica
Madrid, 2017
196 págs. 20 €
[Enlace editor]

Cruzar la puerta que quedó entornada, 2017




Dia de uma excepcional felicidade:
eu estava ligada a todos, todos se ligavam a mim.
Perfeita presença
MARIA GABRIELA LLANSOL
1 | CHARLA 

Un charco de luz donde flotan las ramas que el viento del otoño ha arrancado. Encuentro a Ana de Peñalosa en la cocina. Escribe. El cuaderno abierto sobre el mantel de cuadros rojiblancos. La escucho con la espalda apoyada en los azulejos de la pared. Con el frescor recorriéndola. El rumor de la pluma al arañar el papel. La atiendo ensimismado. Sé que podría decir algo en cualquier momento, y Ana levantaría los ojos para mirarme. Pero entonces dejaría de oírla, así que callo. Y sin embargo hay una conversación. Las ramas del tilo que caen en la blanca alberca. 

3 
La nostalgia de réplicas la suple Eleonora gracias a una pequeña maceta con siete bulbos de narciso. Si el terciopelo de los nubarrones cuelga como cortina ante la ventana, la coloca en el alféizar. Si una frase adolece de esta ausencia de voces por los corredores de su construcción, la deja entonces en la mesa, sobre el montón de folios escritos. Sin precaución, a veces, por regarla, vierte la jarra del agua y me apresuro trapo en mano a limpiar tierra y humedad antes de que la tinta abandone las palabras, salte de unas a otras, las confunda, las ciegue. 

5 
Cestos de mimbre a medio llenar, o medio vacíos, arrumbados bajo un soportal. Cántaros que dan de beber al sol. Gallinas que estrenan la libertad. Basta el paso por las callejas del mercado de Marta y María, las dos hermanas beguinas, para que lo perentorio extravíe sus razones. También a mí me ocurre. Por seguirlas con la vista descuido cualquier negocio que tuviera entre manos. Y ni siquiera voy a susurrarles severa cuestión al oído y escuchar su consejo con pasmo en el rostro. Ni desdoblo las mil dobleces de una carta para oír cómo transforman los garabatos en palabras.

el levitador / 68
Editorial Polibea
Madrid, 2017
100 págs. 10 €
[Enlace editor]

Lunáticos, 2017



Un solitario en las redes sociales. 
JAC
Aprender el oficio de alfarero: moldear con las manos la arcilla del tiempo para construir días que conserven dentro el frescor del agua.

*

El añil de los campos de lavanda que el cielo zarandea para perfumarse.

*

La métrica, sastería de sonidos, requiere cortar las telas con gusto y coserlas como continuidad, sin que las costuras resulten visibles.

*

Solo en lo que se contempla cada día es posible descubrir algo insólito, original, soprendente. La novedad es, per se, repetición.

*

Aficiónate al frontón. Ninguna pared te dejará para irse a jugar con otro.

*

Con aire de pintor de nubes observo el cielo. Cambia tantas veces al día que parece un desperdicio de la imaginación que no conserve copias.

*

La ventana se ve guapa con el vestido de lunares que le ha puesto la lluvia.

*

Dejo a Platón en la taberna. Creo que ve sombras en las paredes. Me acerco a casa de Parménides, pero se ha ido a pescar. Vaya día llevo.

Colección Aforismos nº 17
Ediciones de la Isla de Siltolá
Sevilla, 2017
82 págs. 10 €
[Enlace editor]

OCHO POEMAS. NOVELA GRÁFICA de Laura Pérez Vernetti


Centro Cultural Generación del 27. Málaga 2016


TURIA Revista Cultural nº 116 Febrero 2016



Tapia con mirlo, 2014




de un             
La verdad           instante
de este            
MARINA TSVIETÁIEVA


Meter em verso as pequenas coisas
mais fáceis de se perderem.
RUI CAEIRO

TAPIA CON MIRLO 

Yo, pensándote. Tapia 
cubierta por la yedra con un mirlo 
en lo alto, desconfiado, inquieto. 
Maduran las cerezas y los nísperos, 
pero la piedra insiste en su grisura. 
Puerta, luz oxidada, 
hierro que nadie cuida. Yo, sabiéndote, 
mis zapatos de charla con guijarros 
que sepultan las malas hierbas. Cruces, 
flores marchitas, nombres sin alguna 
letra. Yo, presintiéndote. 
RETRATO DE CAMPESINO DESDE EL SENDERO 

El heno recogido. Las yeguas irritadas. 
Ladridos de los perros. Gruñidos del cerrojo 
del portón al cerrarse. 
En la frente las gotas de sudor, de humedad, 
de incertidumbre. Lonas sobre el carro, las palas. 
El cielo tan oscuro. 
Los postigos sellados. La memoria despierta. 
El temporal se acerca desde el oeste. El trueno 
lento alcanza al rayo. 
Los goterones pintan lunares en la tierra 
pálida, leve, limpia, asustada. La lluvia 
hace temblar las tejas. Igual que en el amor.  
TRES VIÑETAS DE GEORGE GROSZ 

Bosque de las luciérnagas, 
sonata que ensayaba a su regreso 
de la escuela en invierno, cobertizo 
donde se oía el tren cada mañana 
camino de Berlín. 

                                          Maleta 
atada con correas, niebla, luces 
a lo lejos de pronto allí delante, 
dos bocadillos, zumo, con las señas 
de una calle en Berlín. 

                                           Tranvías, 
una carta de recomendación 
que no tiene. La espera, un balde roto. 
Asentir a un susurro en el café 
es fácil en Berlín. 
                                           Caricias 
que capturan luciérnagas.
Colección La Gruta de las Palabras nº 88
Director de la colección: Fernando Sanmartín
Prensas Universitarias de Zaragoza
Zaragoza, 2014
80 págs.  13 €
[Enlace editor]

LITORAL. El Árbol. «Sombras»




Nada turba la sombra de los cedros
En el parque, solo de vez en cuando
Cruza algún corredor o alguna madre
Con los niños a rastras. El muchacho

Abre el cuaderno azul de las metáforas,
Numera líneas hasta catorce
Y escribe las mayúsculas de un título;
Libro que llamará Narrado en Bronce.

Pero una voz distrae su mirada.
El murmullo tras la espesura ha roto
El primer verso, la indolente brisa,
Las palabras sabidas, su inocencia.

Encaramado al seto de los sueños
Con los ojos pendientes del deseo
Ajeno, ha visto unas manos talladas
Sobre las faldas granas de la tarde.

Litoral nº 257 «El Árbol. Poesía y Arte». Málaga, 2014. Pág. 153.

«DICIEMBRE, 1981» («Poemas para Luis Cernuda» Ediciones LA REVISTA ÁUREA 1. Madrid, 2013. Pág. 105)




D I C I E M B R E,  1 9 8 1

Qué indiferente era aquellos días 
después de clase la ciudad. Qué inútil 
la lluvia o el rosado atardecer 
cuando sobre la puerta la campana 

tintineaba y abría el paraíso. 
Vida eterna de estantes atestados, 
el polvo de un desierto entre los lomos, 
y cuando se encontraba, la promesa 

de un fulgor. Con cubierta y forro, 
Garamond caja alta, dos delfines, 
Poesía completa. Luis Cernuda. 

Sin quinientas pesetas. En la guarda, 
a lápiz. Tapo el libro. Salgo. Corro. 
Vuelvo corriendo. Aún está. Lo pago.

«143 SÍLABAS» (LA REVISTA ÁUREA núm 5 Madrid, 2013 Pág. 22)



1 4 3  S Í L A B A S

A las cinco en enero ya oscurece, 
los semáforos saltan su aburrida 
rayuela ante los plátanos. Abrigos 
y bufandas puntean las aceras. 

Del cuello de la noche cuelgan perlas 
brillantes y fugaces. Alguien fuma 
en un balcón. Los signos nada enseñan 
a quien los mira. La ciudad se pudre 
sujeta en el bolsillo entre las manos. 

El invierno le habla muy cansado, 
con voz de lluvia, al alma. Las vacías 
plazas, escaparates tras las rejas 
y óxidos en el aire la dibujan.


Vitrina de charcos, 2011




L'éclair me dure
RENÉ CHAR

I

Patea el aire, seis agujas,
seis filamentos insaciables,
insaciables los seis insomnios
que patean la noche, agujas
incansables, las seis angustias.
Escarabajo boca arriba
en el sendero. Seis insomnios.

Dos brazos, manos, dedos, dos
afluentes los dos brazos, manos,
dedos, sin número los dedos,
arroyos o torrentes, nunca
charcos, los dedos navegan,
transportan secos troncos, muertos
que llegan hasta el río y más.

Siete palabras. Cada signo
arañado a la piedra, siete
signos en orden inflexible,
 arañadas palabras, siete
uñas, siete silencios, cantos
ruidosos, inflexibles cuando
se desmoronan, piedras, signos.

Senderos, ríos y poemas,
no vengáis, no riáis, no habléis.


IV

La noche que Novalis dibujó
para que el cuello fuera la luciérnaga
y el abrazo las manos que la atrapan.

El cuello que Novalis ha soñado
despierto como fatuo resplandor
donde el agua se abraza a los nenúfares.

Abrazo que Novalis sentiría,
y en los labios la tenue piel de un dios,
al estrechar los hombros de la náyade.

La piel imaginada por Novalis,
azul, no blanca, entre las sombras déspotas.
Blanca en medio de la noche azul.
.
Un Novalis que Novalis no vio.
Una noche que la noche no tuvo.
Un cuello que aquel cuello. Un dios. La ráfaga.


VI

Y en el bolsillo arena, piedras
menudas, sin valor, estiércol
seco, matas de hierba, plásticos
viejos y la memoria estéril
de los suyos. Y en el bolsillo
muy arrugado un papel, luces
escritas con grafía extraña,
unas cuentas quizá, una carta
que nadie sabe ya leer
o un simple instante de silencio.
Y en el bolsillo poco más
—arena, piedras, matas, plásticos—,
un papel, un silencio apenas.

Ninguna hora en el bolsillo,
en tantas que llamó, tenaz,
para que no viniera nunca,
en otras que olvidó sus sombras.
Ninguna noche, ni la víspera
de la noche, del ángel. Nada.




VII

Cuando la oscuridad emerge
desde el reverso del estanque,
enloda despacio las aguas
y sus añiles cercan
la luz que aún palpita en los nenúfares,
los ojos ceden. Los brazos, las manos,
las piernas.
Ceden los cabellos blancos,
invisible caligrafía
sobre las hojas que quedaron
por escribir en el cuaderno.
Los símbolos reconocidos
se hunden al atardecer
en la tumbona que junto a la mía
hay sin nadie.
               Me asusta el súbito
escalofrío y abro bien los ojos.
Si me levanto en busca de un jersey,
algo me retendrá dentro —no sé,
la cena, las tareas— al tiempo que anochece.